Aunque las acumulaciones de sarro suelen producirse por una higiene oral deficiente, una vez formadas no pueden eliminarse con el cepillado corriente ni ningún otro tratamiento que el paciente pueda practicar en su casa. A pesar de los remedios y consejos que abundan en Internet, solo hay un modo de “librarse” del sarro.
Para quitar el sarro, el paciente debe dirigirse a una clínica odontológica y realizarse una limpieza de boca o higiene bucodental, en un lenguaje más propio. Precisamente porque son el único método para eliminar el sarro o tártaro, en Odontología también se las denomina tartrectomías.
En estos procedimientos, que no necesita anestesia, un/a higienista equipado/a con un instrumental manual no-rotatorio que recibe el nombre de punta de ultrasonidos limpia el sarro del esmalte visible de los dientes y el que se localiza justo debajo de la línea de las encías.
Las limpiezas bucodentales son tratamientos completamente indoloros y que, contrariamente al mito, no desgastan el esmalte de los dientes. Los dentistas recomiendan hacerse una o dos limpiezas al año, especialmente a aquellos pacientes con más propensión a sufrir caries o enfermedad periodontal, como mujeres embarazadas o personas con diabetes u otras enfermedades sistémicas.
Para eliminar el sarro que ha crecido más profundamente debajo de los tejidos blandos que sostienen los dientes, es necesario un tratamiento distinto, que recibe el nombre de raspado y alisado radicular, o más comúnmente denominado curetaje, que sí necesita anestesia local.
Cómo prevenir la formación del sarro
Una correcta higiene bucodental y una serie de revisiones y limpiezas bucodentales periódicas en una clínica dental son suficientes para contener la aparición del sarro. No obstante, si no nos cepillamos de forma correcta, la placa no tardará en acumularse y formar sarro.
Del mismo modo, el uso de colutorios bucales (enjuagues con sustancias que eliminan las bacterias de nuestra boca) ayudan a prevenir la formación de la placa y el sarro subsiguiente.